Una calle chiquitita, borroneada
en las tinieblas.
Una ventana con flores;
medianera verde, en hiedra,
y una tras otra se visten
de paisajes las paredes
y los balcones de pronto
se encienden de amaneceres.
Y de las piedras rojizas
el sol va pintando el día,
y en la ribera, un lanchón
sacude su despedida...
El viejo puente se eleva,
con orgullo de pasado,
mostrando heridas de tiempo
que el progreso, no ha curado...
Mientras de lejos, se escucha
algún barco que se va
y una lanchita chiquita
cruza de aquí para allá...
Y ya el último bostezo
despierta la Boca entera.
Ya se viste de colores
como un cuadro de Quinquela.
CRISTINA DE FERCEY
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